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¿Quén es este pianista?

Artur Schnabel

Este pianista de origen judío nació en Lipnik, hoy Polonia, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. Muy joven fue alumno del gran pedagogo Theodor Leschetizky, quien una vez le dijo “Tú nunca serás un pianista, tú eres un músico”. Fue el primer pianista en grabar las 32 sontas de Beethoven, grabación considerada frecuentemente como la mejor de todos los tiempos (se editó versión en vinyl). Sus interpretaciones de Beethoven se caracterizaban por frecuentes y breves accelerando. Arrau una vez comentó en broma, que “era como si tuviera prisa por irse para la casa”. Sus adagios de Beethoven eran insuperables. Rachmaninoff se refería a este pianista como el “gran pianista de los adagios”. Durante gran parte de su vida se dedicó al estudio del repertorio austro-germánico, especialmente Beethoven y Schubert. Emigró a los Estados Unidos y se nacionalizó estadounidense. Por si no adivinas quien es, su nombre escrito en orden inverso es:

Lebanhcs Rutra

 

¡MUY INTERESANTE!

En la ventana ¡MUY INTERESANTE! hoy presentamos:

¿Existe sólo una forma correcta de colocar las manos?

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Las manos de Shura Cherkassky.

Hay renombrados pedagogos que han tratado de enseñar o incluso imponer a sus alumnos una determinada forma de colocar las manos sobre el teclado. Pero no siempre la anatomía del pedagogo es la misma que la del alumno o alumna. Por ello, un buen maestro o maestra debe tomar esto en cuenta y mostrar una mente abierta en este tema. Basándome en mi propia experiencia, la opinión de connotadas autoridades y observando los muchos ejemplos que youtube nos brinda, no creo que en esta materia se deben imponer criterios rígidos e inflexibles. Theodor Leschetizky, considerado uno de los más grande pedagogos del piano de todos los tiempos, quien formó a muchos pianistas que alcanzaron el éxito, era conocido por no imponer su propio estilo a sus discípulos y dejar un margen de libertad, tanto en los aspectos técnicos como interpretativos. En esta materia, uno mis ejemplos  preferidos es el caso del famoso virtuoso del siglo XX Shura Cherkassky, quien siendo joven acudió donde el gran Sergei Rachmaninoff para pedirle que le tomara como alumno. Rachmaninoff le impuso como condición para poderlo aceptar que dejara de tocar el piano por dos años, después de lo cual debería cambiar el modo de poner las manos. Está claro que los dos años de inactividad tenían por propósito que Shura olvidara su antigua forma de tocar, que limpiara la memoria RAM y el disco duro de su sistema nervioso, por decirlo de alguna manera. Afortunadamente para el mundo de la música Shura no le hizo caso, fue aceptado por otro profesor (nada menos que Josef Hofmann)  y siguió desarrollando su talento con su particular modo de poner las manos, levantando los dedos, un poco como tipo araña. Personalmente me gusta mucho ver cómo con esa forma poco ortodoxa de colocar las manos logra vencer los escollos técnicos y ofrecer un pianismo de la más alta calidad técnica y musical.  La tecnología y youtube nos permiten viajar en el tiempo y ser testigos de cómo tocaban estos maestros y maestras. Se puede notar una forma parecida de tocar el piano en otro gran técnico, el pianista búlgaro Alexis Weissenberg (1929-2012). Es lo que yo llamaría el opuesto a la postura de los dedos planos, postura de la cual Horowitz es uno de sus más conocidos ejemplos (pero cuidado, que Horowitz también sabía curvear los dedos cuando hacía falta, por ejemplo, en las escalas rápidas). Arrau creía en colocar brazos, muñeca y manos con mucha libertad, dejando que la propia anatomía hablara. Para mí resulta evidente que pianistas con mano pequeña y dedos más cortos -como los del fraile que les escribe- se ven obligados a tomar posiciones que una persona con la palma de la mano y los dedos largos (Valentina Lisitsa, Glenn Gould por dar dos ejemplos) no necesita adoptar. Incluso la anatomía de los brazos puede imponer limitaciones. La pianista española Alicia De Larocha (1023-2009) -quien pese a sus manos pequeñas desarrolló una brillante carrera como concertista - manifestó en una ocasión que la cortedad de sus brazos era una incomodidad que tenía que vencer cuando surgían pasajes en que hay que cruzar los brazos. Así que ¡fuera con postulados inviolables! A una prima mía que estuvo en un internado de monjas su institutriz de piano le decía que tocara con “el pulgar escondido”. ¿Un temor freudiano a los pulgares extendidos? Recordemos que Pablo Casals rompió con un postulado acerca de cómo se debía manipular el arco del cello y se convirtió en Pablo Casals. ¡No muevas tu cuerpo mientras tocas! Querido maestro, ¿por qué no se lo dices a Sviatoslav Richter? ¡Te he dicho que te sientes recta! ¿Por qué no se lo dices a Glenn Gould? ¡No hagas muecas! ¡Díselo a Lang Lang!

Lo anterior se aplica sobre todo a pianistas que ya han superado la fase de principiantes, pues durante esta primera etapa se aprenden los buenos hábitos, como no gastar energía levantando demasiado los dedos cuando no es necesario o no dirigir la energía hacia otras partes del cuerpo como tensar los hombros, hacer muecas o sacar la lengua. Pero luego se ingresa en una etapa en que los pianistas descubren que se pueden violar estos principios básico dentro de cirtos límites y que esto puede resultar ventajoso. Vladimir Ashkenazy admitió en una entrevsita que había introducido mayores libertades de movimiento en su cuerpo mientras tocaba, admitiéndo que sus movimientos eran poco elegantes, pero que entre más libertades en este sentido se tomaba, mejor tocaba.

Es matemáticamente imposible la afinación perfecta de un piano.


Los instrumentos de afinación fija como el piano, el órgano, el cémbalo y  los teclados electrónicos no se pueden afinar de manera perfecta, no por razones de limitaciones técnicas sino por razones matemáticas. Aunque generalmente se comienza la afinación por la nota La que da el diapasón (440 vibraciones por segundo), en realidad se podría comenzar por cualquier otra nota. El problema proviene de la incompatibilidad matemática entre los distintos intervalos: las octavas, las quintas, las terceras, las séptimas, etc. Aunque no daremos una explicación basada en matemática, sí nos es posible dar una idea básica de lo que ocurre. Si usted parte de una nota, digamos el La y afina luego el La que se encuentra una octava más arriba, es posible afinar ambas notas de modo perfecto. De hecho, existe una relación aritmética básica entre estas dos notas: la más alta vibra dos veces más rápido que la más baja. Si seguidamente partiendo de ese La inicial, usted afina una quinta, ahí comienzan los problemas, la quinta queda bien afinada con el La inicial pero no con el segundo La. El hecho que respecto al La superior no hay una quinta de distancia sino una cuarta es el origen del problema. Cuando pasa a afinar una tercera y luego una cuarte y luego otros intervalos, y va copiando por medio de octavas estas notas hacia arriba y hacia abajo, la incompatibilidad entre intervalos se va haciendo más notoria.  Cuando usted termina de afinar el piano y se sienta a cómodamente a tocar el Claro de Luna, no importa si el de Beethoven o el de Debussy o el que usted compuso para esa ocasión tan especial, sentirá que su piano está muy desafinado. La razón, como hemos dicho, se debe a que unos intervalos son matemáticamente incompatibles con otros. ¿Cómo se resuelve esto? La solución la propuso J.S. Bach y por eso una de sus principales obras se titula El Clave Bien Temperado (es decir, bien afinado). La idea de Bach consiste en repartir la inevitable desafinación entre unos intervalos y otros de modo inteligente, de manera que unos intervalos queden ligeramente desafinados respecto a otros y de modo que esto no resulte molesto al buen oído musical. En un instrumento con menos cuerdas, como la guitarra, ese problema es mucho menor y no lo notamos. Hasta yo puedo afinar una guitarra. Los instrumentos de cuerda variable como el violín o el chelo tienen una ventaja sobre los de cuerda fija. Aunque las cuerdas sueltas del violín están fijas, la afinación de aquellas notas que no van a cuerda suelta, se produce colocando el dedo sobre la cuerda. Además, los violinistas suelen tocar menos notas simultáneamente que los pianistas. Con un leve movimiento del dedo es posible producir pequeñísimas variaciones de la afinación, hasta dar la nota perfecta. El oído de un violinista instintivamente no afina de manera exactamente igual un mi bemol que un re sostenido, pese a que en el piano suenen igual.

¿Por qué muchos "pianistas clásicos" no saben cómo tocar o improvisar música popular?

 

Has oído a un pianista "clásico" decir: "puedo hacer la melodía pero no sé cómo hacer el acompañamiento de esta canción"

 

No más excusas. He aquí una sencilla solución para superar esta limitación: ¡escúchala, bájala y tócala!

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