Los grandes técnicos pueden ser beneficiarios y a veces víctimas de su propia técnica.

No creemos que exista un sólo pianista en el mundo que no desearía poseer una gran técnica painística y aquellos o aquellas pianistas quei la poseen, seguramente no querrían renunciar a la misma. Los grandes despliegues técnicos siempre han causado fascinación en el público. Desde los tiempos de Liszt, Thalberg y Anton Rubinstein, pasando por los grandes virtuosos del siglo 20 y culminando con la nueva generación de jóvenes pianistas, exhibir una gran técnica parece ser casi un requisito obligatorio para ganarse la aceptación del público, de los críticos y finalmente la de los empresarios que abren las puertas de las grandes salas de conciertos.

Pero el tema de la técnica tiene muchos aspectos. Lo primero que hay que decir es que la técnica sólo debe verse como un medio y no como un fin en sí mismo. Esto al menos mientras hablemos del piano como arte y no como fenómeno de circo.

Históricamente, la parte musical o artística del piano se desarrolló paralelamente a la parte técnica y hubo una continua interacción entre ambas. Es cierto que el tipo de técnica que demanda la música para clave de J.S. Bach no es la misma que la requerida para tocar a Chopin, Liszt o Rachmaninoff. También es cierto que el instrumento para el que escribió Bach no es el mismo que aquel para el que compusieron estos últimos tres compositores El arte, igual que la ciencia, evoluciona. La música también evoluicionó. En época de Beethoven nadie habría comprendido la música del siglo 20. La Petrouchka de Stravinsky o las sonatas de Prokoviev habrían sido tomadas como la obra de un charlatán o un loco.

Anécdota: Horowitz una vez se refirió a la pérdida de técnica que él venía observando en el ya viejo Schnabel, diciendo que "cualquiera que se limita a tocar sólo a Beethoven termina por perder su técnica". Sabemos que se requiere considerable técnica para tocar a Beethoven y hay que saber tomar las palabras de Horowitz en su contexto, fuera del hecho que es solamente una opinión y además salpicada de un poco de humor.

El peligro de estar muy dotado de técnica es que se puede sucumbir a la tentación de que el primer propósito sea el de exhibir la técnica antes que tansmitir la música. El aspecto circense del piano se sobrepone entonces al aspecto artístico-musical. Este es un peligro al que están expuestos los jóvenes pianistas actuales. Sin pretender incursionar en los aspectos sociológicos que afectan el arte contemporáneo, lo cierto es que observamos una tendencia muy grande en los pianistas jóvenes a tocarlo todo con gran rapidez, como para dejar claro que "nadie puede tocar esto más rápido que yo". Pero dejemos claro que esto no es un fenómeno exclusivo de la era presente. Los "abusos" técnicos se han dado en todo tiempo y hay numerosos ejemplos de tales extravíos. ¿Habrá algo más claramente cirsense y de valor musical nulo que tocar el estudio revolucionario de Chopin (Op.10 no.12) a octavas en la mano izquierda? Cosas de ese tipo se dieron en tiempos de Liszt (Vol 1 de la biografía de Liszt en 3 volúmenes por Alan Walker, Cornell University Press).

La primera reacción del público ante una proeza técnica es de admiración y aplauso. Por eso es difícil tener una gran técnica y refrenarse de mostrársela a la audiencia.

Rachmaninoff siempre recriminó al joven Horowitz haber tocado las octavas finales del concierto no.1 de Tchaikowsky (concierto de su debut en USA) con la rapidez "demencial" que lo hizo. Claro, en un país que siempre ha rendido culto a la técnica y al show, ese fue un golpe maestro de marketing. La veneración hacia Horowitz en los Estados fue fuertemente apuntalada por las versiones de show técnico creadas por él mismo (Variaciones sobre un tema de Carmen de Bizet y la marcha Stars and Stripes for Ever, entre otras). Pero Horowitz, que también era un gran músico pagó un precio por esos alardes técnicos: "me dí cuenta que la gente venía a mis conciertos para oir esos encores y luego eso era todo lo que recordaban del concierto". Por esas razón Horowitz sacó permanentemente esas piezas de su repertorio, con la excepción de las varaciones sobre Carmen, a las cuales regresó por insistencia del público y cuando su fama como músico serio ya estaba bien cimentada.

Subtítulo en un periódico neoyorkino sobre Paderewski: No part of any human body in this world moves faster than Paderewski fingers (no existe parte de ningún cuerpo humano en este mundo que se meuva más rápido que los dedos de Paderwski). Por cierto, los grandes técnicos contemporáneso de Paderewski consideraban que su técnica era débil. Pero marketing es marketing y el papel aguanta lo que le pongan.

Podríamos citar gran cantidad de abusos de velocidad. Un pianista superdotado técnicamente que quería batir la marca en todo lo que tocaba era Simon Barere (buscar por ejemplo la toccata de Schuman o cualquier otra de sus interpretaciones en youtube).

¿Tom persiguiendo a Jerry? El siguiente ejemplo nos ha parecido muy ilustrativo: Sviatoslav Richter toca el estudio OP.10 no.4 de Chopin. ¿Será humanamente posible superar esta velocidad? Nos parece que en este caso, el gran piansita ruso quiso romper una marca y no le importó el valor artístico del resultado. Definitivamente corta la respiración. Se lo perdonamos por tratarse del gran pianista que en vida fue Richter.

 

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